La invención del pueblo judío de Shlomo Sand
La siguiente es una selección más o menos arbitraria de algunos fragmentos del libro del historiador israelí Shlomo Sand "La invención del pueblo judío" (Madrid, Akal, 2014)
Con gran rigor historiográfico, este historiador desarma el relato sionista sobre la continuidad de los actuales judíos desparramados por el mundo con los supuestamente expulsados de "su tierra" en tiempos del imperio romano. Asimismo, encuadra al sionismo en las ideologías nacionalistas surgidas en el siglo XIX y que tan tristes y trágicas consecuencias tuvieron en el siglo XX. Los fragmentos siguientes están tomados de la parte final del libro, donde este investigador cuestiona el carácter democrático del estado israelí y su sistema discriminatorio racista y etnocéntrico.
El libro es de 2008, el posfacio de 2010. Su actualidad y su visión de futuro (hoy presente) resulta muy fuerte.
“Tampoco debería Israel asumir que nunca faltará el apoyo del poderoso Occidente. El neocolonialismo de principios de siglo XXI -ejemplarizado por ejemplo en la conquista de Iraq y Afganistán- ha intoxicado a las elites israelíes en el poder, pero, por mucho que avance la globalización, Occidente está muy lejos mientras que Israel está situado en el Oriente Próximo. La violenta reacción a la humillación en Oriente no caerá sobre la remota metrópolis sino sobre su puesto avanzado. La suerte del autosegregado Estado étnico en un rincón del mundo árabe y musulmán es incierta. Como sucede normalmente, en la actual etapa histórica no podemos ver el futuro, pero hay buenas razones para temerlo. (...) …el campo de la paz debe considerar que un acuerdo de compromiso con un Estado palestino, si se llega a alcanzar, no sólo puede acabar en un largo y doloroso proceso, sino empezar uno nuevo, no menos complejo, dentro del propio Israel. La mañana siguiente puede ser no menos dolorosa que la larga pesadilla que la precedió. Si en Israel hiciera erupción un Kosovo, ni la fuerza militar convencional de Israel ni su arsenal nuclear ni siquiera el gran muro de hormigón con el que se ha rodeado servirán de nada. Para salvar a Israel del agujero negro que se está abriendo en su interior y para mejorar la frágil tolerancia del mundo árabe que lo rodea, la política de identidad judía tendría que cambiar por completo, igual que el tejido de relaciones en la esfera palestino-israelí. El proyecto ideal para resolver un siglo de conflictos y preservar la entretejida existencia de judíos y árabes sería la creación de un Estado democrático binacional entre el mar Mediterráneo y el río Jordán.” (331-332)
“Ningún judío que viva hoy en una democracia liberal occidental toleraría la discriminación y exclusión que sufren los palestino-israelíes que viven en un Estado que proclama que no es el suyo.” (329)
“...cuando la arqueología moderna empezó a mostrar que no había habido un éxodo de Egipto, y que la gran y unificadora monarquía de David y Salomón nunca existió, se encontró con la amarga y embarazosa reacción del público secular israelí: alguna gente incluso no se resistió a acusar a los “nuevos arqueólogos” de “negación de la Biblia”. (...) …los romanos no deportaron a la población de Judea… (...) Hace unos años todavía creía ingenuamente que el exilio se había producido realmente en los primeros años de la era cristiana; pero ello no me llevó a pensar que dos mil años de ausencia otorgaban derechos sobre la tierra, en tanto que doce siglos de presencia no daban ningún derecho a la población local.
A nadie se le ocurriría negar la existencia de Estados Unidos debido a que los pueblos indígenas fueron despojados de sus tierras cuando se formó la nación. Nadie afirmaría que los conquistadores normandos deberían ser expulsados de las Islas Británicas, o los árabes devueltos a España. Si queremos evitar transformar el mundo en un gigantesco hospital mental, debemos resistirnos al impulso de redistribuir a las poblaciones de acuerdo con algún modelo histórico. Actualmente Israel puede afirmar el derecho a existir solamente aceptando que un doloroso proceso histórico condujo a su creación, y que cualquier intento de desafiar a este hecho producirá nuevas tragedias.” (338-339)
Respecto a los estudios genéticos que buscan dar un sustento biológico a la condición de "judío": “...la veneración pública por las ciencias “exactas” dio resultado. Los legos no tienen ninguna razón para dudar de la verdad de la información que se deriva de lo que se percibe como una ciencia exacta. Como el campo de la antropología física a finales del siglo XIX y principios del XX que dio a conocer dudosos descubrimientos científicos a un público hambriento de raza, la ciencia de la genética molecular a finales del siglo XX y principios del XXI alimenta con hallazgos fragmentarios y medias verdades a los medios de comunicación que buscan la identidad. Sin embargo, hasta ahora ninguna investigación ha encontrado características únicas y unificadoras de la herencia judía basada en una muestra aleatoria de material genético cuyo origen étnico no se conozca por adelantado. En general, lo poco que se sabe sobre los métodos de selección de los sujetos de las pruebas parece muy cuestionable. Además, los apresurados hallazgos están demasiado a menudo construidos y apoyados en una retórica histórica sin conexión con los laboratorios de investigación. La conclusión es que, después de todos los costosos esfuerzos “científicos”, un individuo judío no puede ser definido por ningún criterio biológico sea cual sea. (...) Pero, en un Estado en el que la ley impide el matrimonio entre “judíos” y “no judíos”, deberíamos ser muy precavidos sobre una investigación que busca marcadores genéticos comunes al “pueblo elegido”. Como investigaciones similares realizadas por los racistas macedonios, los falangistas libaneses, los lapones en el norte de Escandinavia, etc., semejante investigación judío-israelí no puede verse totalmente libre del burdo y peligroso racismo.” (299)
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