¿Qué les espera a los jóvenes?
Extracto de la autobiografía de Mandela realizado por mi amigo Carlos Santos.
En la tradición xhosa el rito de paso del niño al hombre se efectúa a través de la circuncisión de los varones. Si no se cumple este ritual, el varón no puede heredar la riqueza de su padre, ni casarse, ni oficiar en los rituales de la tribu, etc. En resumen, esta ceremonia representa la incorporación de los varones en la sociedad. La ceremonia abarca varios días, comenzando con el aislamiento de los varones a circuncidar para su purificación, hasta los festejos posteriores que dan cierre.
En los festejos de cierre de la entrada de Mandela al mundo de los adultos (junto con un grupo de otros varones en la misma condición), el principal orador fue el jefe Meligqili.
Mandela nos cuenta en su autobiografía, cuales son sus recuerdos de ese discurso.
“Tras escucharle, el brillante colorido de mis sueños se enturbió de repente. Empezó su intervención de forma convencional, comentando lo magnífico que era preservar una tradición que se remontaba hasta más allá de lo que nadie podía recordar. Entonces se volvió hacia nosotros y su tono cambió súbitamente:
En la tradición xhosa el rito de paso del niño al hombre se efectúa a través de la circuncisión de los varones.
Si no se cumple este ritual, el varón no puede heredar la riqueza de su padre, ni casarse, ni oficiar en los rituales de la tribu, etc. En resumen, esta ceremonia representa la incorporación de los varones en la sociedad.
La ceremonia abarca varios días, comenzando con el aislamiento de los varones a circuncidar para su purificación, hasta los festejos posteriores que dan cierre.
En los festejos de cierre de la entrada de Mandela al mundo de los adultos (junto con un grupo de otros varones en la misma condición), el principal orador fue el jefe Meligqili.
Mandela nos cuenta en su autobiografía, cuales son sus recuerdos de ese discurso.
“Tras escucharle, el brillante colorido de mis sueños se enturbió de repente. Empezó su intervención de forma convencional, comentando lo magnífico que era preservar una tradición que se remontaba hasta más allá de lo que nadie podía recordar. Entonces se volvió hacia nosotros y su tono cambió súbitamente:
“He ahí a nuestros hijos”, dijo. “Jóvenes, sanos y hermosos, la flor y nata de la tribu xhosa, el orgullo de nuestra nación. Acabamos de circuncidarles siguiendo un ritual que les promete la hombría, pero estoy aquí para decirles que no es más que una promesa vacía e ilusoria. Es una promesa que jamás podrá ser cumplida, porque nosotros los xhosas, y todos los sudafricanos negros, somos un pueblo conquistado. Somos esclavos en nuestro propio país. Somos arrendatarios de nuestra propia tierra. Carecemos de fuerza, de poder, de control sobre nuestro propio destino en la tierra que nos vio nacer. Se irán a ciudades donde vivirán en chamizos y beberán alcohol barato, y todo porque carecemos de tierras que ofrecerles donde puedan prosperar y multiplicarse. Toserán hasta escupir los pulmones en las entrañas de las minas del hombre blanco, destruyendo su salud, sin ver jamás el sol, para que el blanco pueda vivir una vida de prosperidad sin precedentes. Entre estos jóvenes hay jefes que jamás gobernarán, porque carecemos de poder para gobernarnos a nosotros mismos; soldados que jamás combatirán, porque carecemos de armas con las que luchar; maestros que jamás enseñarán porque no tenemos lugar para que estudien. La capacidad, la inteligencia, el potencial de estos jóvenes se desperdiciarán en su lucha por malvivir realizando las tareas más simples y rutinarias en beneficio del hombre blanco. Estos dones son hoy en día lo mismo que nada, ya que no podemos darles el mayor de los dones, la libertad y la independencia. Sé muy bien que Qamata lo ve todo y nunca duerme, pero sospecho que últimamente está adormilado. Si así fuera, cuando antes me llegue la muerte mejor, ya que así podré presentarme ante él, despertarle y decirle que los niños de Ngubengcuka, la flor y nata de la nación xhosa, están muriendo”.
Hasta aquí, el extracto de la autobiografía de Mandela. Al leerlo, pensé, ¿Qué diría hoy si tuviera que hacer un discurso así frente a un grupo de jóvenes entre los que están mis nietos?
He aquí a nuestros hijos. Están creciendo sanos y fuertes. Han tenido y tienen una educación que les debería permitir acceder al conocimiento y a la creación. Tienen acceso a una segunda lengua que les abre las puertas del mundo y podrían, si quisieran, aprender más. Saben nadar y hacen deporte, divirtiéndose y compartiendo con otros. Tienen acceso a computadoras y, con ellas, herramientas para informarse, entretenerse y comunicarse. Pueden leer todos los libros que quieran, tanto en papel como en pantalla.
La inteligencia artificial les ofrece las perspectivas de un mundo mágico, lleno de soluciones inesperadas e inimaginables para mi generación y para las pasadas.
Sin embargo, algo ensombrece mi pensamiento sobre su futuro.
Viven en un país pacífico, por ahora, pero en otras partes del mundo, los más civilizados parecen querer convertirse en los peores asesinos y quién sabe si sus ondas expansivas perversas y violentas no llegarán hasta acá.
Viven en un país que produce alimentos en abundancia, que tiene una geografía privilegiada, bien regado, sin terremotos, volcanes, desiertos abrasadores o helados. Pero, al caminar por la ciudad se cruzan a cada paso con gente viviendo en la calle y hurgando la basura, incapaces de salir de su encierro mental y miserable. Otros niños y jóvenes como ellos, a pocos quilómetros, viven en ranchos amontonados sin saneamiento, luchando por el pan de cada día, seguros de que su opción más tentadora es acercarse a una pandilla violenta y peligrosa que hipotecaría su futuro a una vida corta o a un encarcelamiento atroz.
Viven y vivirán en un mundo en que la trivialidad y la frivolidad son premiadas y festejadas, mientras un sistema donde el capital solo se preocupa por crecer él mismo, pone en riesgo la vida de la humanidad y de muchas otras especies animales y vegetales. La sexta gran extinción ya está en curso y quién sabe si no incluirá a gran parte de la humanidad.
El racismo y la xenofobia crecen y crecen en los países más “civilizados” del mundo. La migración, sistema circulatorio ancestral de la humanidad, se convierte en una actividad peligrosa y condenada.
¿Qué podemos esperar de estos jóvenes? ¿qué pueden esperar ellos? ¿pasar el tiempo jugueteando en un mundo virtual mientras se tambalea el edificio?
Ya no creemos en Dios, no hay a quien recurrir para que nos despierte de esta hipnosis colectiva. Ojalá algunos de ellos descubran que el destino colectivo es el único camino para que los destinos individuales tengan sentido.
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