Oportunidad laboral
Mayo ya está medio avanzado y hoy es un extraño feriado “laborable” medio veraniego. Como mi nieto mayor no tiene escuela, cruzamos a la playa Pocitos a eso de las cuatro de la tarde para gastar energía a los pelotazos. Hay tres niños y una niña jugando en un espacio con dos arcos metálicos, le echamos el ojo para que se integre, pero empecé tirándole unos tiros al arco hasta que en un momento llega otro niño a desequilibrar los equipos y es la oportunidad para que se una al grupo. Descanso para mí. La madre y la hermana de uno de los niños están sentadas por allí cerca con un perro salchicha, un poco más allá la familia de los dos hermanos, dos muchachos con un perro cimarrón que cada tanto sale a hacer la ronda, gente caminando con y sin perros; en las canchas de vóleibol, dos grupos entrenando, otros menos profesionales y más allá otro grupo con el beach tenis. No hay viento, el sol ya ilumina sólo la mitad más cercana a la orilla pero no hace frío. El veterano viene caminando desde el lado de Kibón con una bolsa en cada mano y se sienta en la arena apoyado en la valla de la cancha de fútbol playa, come un sándwich y allí se queda un rato. Tiene todo el aspecto de alguien que vive en la calle aunque no le presto mucha atención. Mi nieto sigue jugando, algunos niños se van y otros nuevos vienen con sus madres o hermanas mayores y coronitas de cartón de Burgerking y se integran al picadito. Cuando ya estamos casi por volver se me acerca el hombre que estaba sentado y me cuenta que vino de Buenos Aires y que está viviendo acá, que había pensado en volverse, que se hizo una esguince en un tobillo y se le está curando. Me pregunta si estoy a cargo de los niños que juegan al fútbol. Me veo venir el mangazo, está frito porque lo único que traje es la pelota y una botella de agua. Sigue su relato: como ganó dos millones de dólares al cinco de oro decidió quedarse y disfrutar de la playa. Que un amigo en Buenos Aires le dijo que con 300.000 puede vivir, genio de las finanzas, su amigo… ¿Será que quiere que yo le tire el mangazo? Con el asunto de la esguince quiere empezar a moverse y si no lo veía mal se ponía a jugar con los niños. Le digo que solo uno es mi nieto y que cuando él se pone a jugar con otros niños, yo me retiro y los dejo que se arreglen, que ellos tienen sus reglas y su comunicación y no es bueno interferir. “Entiendo”, dice. Igual intenta llamar a una de las madres para preguntarle, pero ni lo oye y vuelve conmigo. Le pregunto por dónde vive y me da una dirección por el Mercado Modelo, que su padre murió hace poco. No es tan viejo como parecía, tiene el pelo medio teñido de rubio y las piernas muy estropeadas, medio hinchadas y la piel reseca. Que la casa es de su hermana que es directora en el FBI, que ya tiene edad para jubilarse pero sigue trabajando. Que a él también le dieron trabajo allí y le pagan cinco mil dólares.Tiene que reclutar cinco, no, siete agentes más para el FBI y que quizás a mí me interese. “Gracias, estoy jubilado, me entretengo con mis nietos”. Tendría que haberle dicho que no puedo porque soy agente de la KGB, pero mi creatividad no llega ni a los talones de la suya. Llamo a mi nieto para volvernos y ver el partido de Uruguay y me despido. “Ya nos veremos de nuevo por acá”, me dice. Se va a charlar con dos o tres muchachos que están practicando vóleibol, a la pasada lo saludo y le hago una guiñada a una de las muchachas del grupo que sonríe mientras el hombre conversa con su compañero. Toda esta perorata es por si a alguno de ustedes le puede interesar el asunto del FBI, una oportunidad como esa no aparece todos los días.
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