De trabajadores a jubilados: el tiempo reapropiado
Al final de la carrera de Antropología Social es necesario realizar una pequeña investigación y entregar el informe correspondiente. En mi caso elegí trabajar sobre personas jubiladas recientemente. El trabajo se hizo durante la pandemia (2020-2021) con todas las limitaciones que ello implicaba.
La población investigada fue convocada a través de la UNI-3, fueron veinticuatro personas, la mayoría mujeres, con largas carreras laborales. La percepción del tiempo libre, las relaciones sociales, el valor del trabajo, la familia y las tareas de cuidados, la salud y el envejecimiento son temas que emergen en las entrevistas. Hay que reconocer las limitaciones generadas por las características particulares del grupo en cuestión.
A continuación, transcribo una introducción personal al trabajo y al final, la opción de descargar el PDF con el informe completo.
Pequeño preámbulo digresivo poco académico, literario y autoetnográfico
–¿Cómo sabes lo que te está pasando realmente?
–Oh, no lo sabes nunca.
–Hay dos clases de personas en el mundo: las que entienden que eso no lo saben nunca y las que creen que lo saben siempre.
Richard Ford, Canadá. (p. 268)1
Mi nieto de diez meses vive en un presente continuo. Sus recuerdos no están todavía en esa categoría y el futuro no ocupa un lugar en su pensamiento. Su hermano de siete tiene un presente cargado de futuro. Sus planes ocupan más tomos que el Tesoro de la Juventud. Su cajón de recuerdos es nítido y cambiante, todos los días se desechan y cargan cosas nuevas.
Una veterana conocida me decía que cuando era niña, casi adolescente, decidió que todo lo que debía hacer era esperar a crecer para tomar sus propias decisiones. El protagonista–narrador de la novela Canadá de Richard Ford también reniega de la impotencia de su condición joven, dice: “ser joven era lo peor que podía pasarte” (p. 267).
No recuerdo tener ese sentimiento en mi juventud, ni lo tengo ahora que soy adulto mayor, sí, en aquellos años, una conciencia omnipotente de que el futuro del mundo estaba parcialmente en mis manos.
Cuando me fui adultando trataba de tener el timón en una mano y la escota en la otra, pero no estaba seguro de en qué medida había elegido el tipo de barco y la porción de mar por la que navegaba.
Hace unos años, me reía de una pariente jubilada que se quejaba de que el tiempo no le alcanzaba. Hoy la entiendo, a mí tampoco me alcanza. Me impongo metas y tareas que se vuelven obligatorias aunque no lo sean.
Hay quienes piensan que todo tiempo pasado fue mejor, otros creen que todo tiempo futuro será mejor. Un jubilado sabe que su futuro es más corto que su pasado y que su presente es, en parte un regalo de la vida y en parte una factura propia. Como en el mito aymara el pasado lo tenemos a la vista y el futuro está a nuestras espaldas, solo podemos imaginarlo o representárnoslo en la vida de otros que nos aventajan en edad.
Todos tratamos de convertir lo que tenemos en algo bueno, como dice el padre del protagonista de Canadá “tienes que encontrar la forma de que todo tenga sentido (...) puede que las cosas no te salgan como esperas” (p. 152). Los participantes en esta investigación, relatan partes de sus vidas y ese relato es parte de su búsqueda de sentido.
Las expectativas previas sobre el tiempo jubilatorio podrían ser más o menos realistas, más o menos fantasiosas, pero lo cierto es que el cambio es como un cruce de frontera. Volviendo al personaje de nuestra novela:
(...aunque la frontera había sido un accidente que yo apenas había notado al salvarlo). Pero ello implicaba también que uno se convierte en alguien diferente en el proceso; lo cual me estaba sucediendo, y era necesario que lo aceptara. (p. 312)
Para este personaje el cruce fue de ida, no era posible la vuelta. El paso de trabajador a jubilado (de activo a pasivo, en la anacrónica denominación administrativa) suele ser también irreversible, aunque puede ser gradual. El siguiente fragmento de la misma novela parece una definición de los llamados turning points en el paradigma del curso de vida.
(...) era como empezar la vida otra vez, o, lo he dicho antes, como si fuera alguien distinto; alguien, sin embargo, que no se hallaba detenido sino en movimiento, conforme a la naturaleza de las cosas de este mundo. Podía gustarme o podía aborrecerlo, pero el mundo iba a seguir cambiando a mi alrededor al margen de cómo pudiera yo sentirme. (p. 315)
Hay tantas formas de vivir el tiempo jubilatorio como personas. Las condiciones materiales; el estado de salud; las circunstancias vitales; la familia y las redes sociales; la relación de la persona con su trabajo; su capital cultural, sus gustos, habilidades, hábitos y aficiones; sus valores y principios; son factores que cada persona maneja como puede.
La mirada sobre quienes no tienen una relación de empleo y reciben una paga, producto de su actividad anterior, nos permite observar una forma de vivir sin el apremio de los horarios y las exigencias. En una sociedad y un sistema económico que tiene sobre la mesa cambios muy significativos respecto a las relaciones laborales y en los que, muy probablemente, no haya empleo para todos, no parece baladí reflexionar sobre las diferentes maneras de encarar el tiempo de cada día. Las carreras laborales de los participantes en la investigación tienen características que parecen estarse esfumando para las generaciones más jóvenes. Todos conocemos casos de personas que, por su vida laboral carente de relaciones formales o de gran inestabilidad, o por sus trabajos mal remunerados, no pueden disfrutar del tiempo jubilatorio con la tranquilidad que sí tienen estos veintipoco voluntarios. ¿Será esa la característica de la mayoría de los trabajadores de hoy y los jubilados de mañana?
1 Ford, R. (2013) Canadá. Barcelona: Anagrama.
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