¿Alcanza con pedir perdón?
Mi abuela paterna ocupaba una habitación con un baño en la casona de Pocitos que compartía con las familias de sus dos hijos. Viuda desde hacía más de treinta años, siempre vestida de negro con su rodete canoso, jamás salía de su casa. La radio Rural estaba encendida y ella rezaba el Rosario al compás de ese murmullo en el que se alternaban monótonas voces entre Avesmarías y Padresnuestros. Su catolicismo era estricto e incondicional y jamás hablaba del origen judío de su marido ni de su posterior “conversión” al cristianismo no católico. (Sospecho que esa “conversión” no respondía a razones religiosas sino prácticas, las cosas serían más fáciles para un ingeniero cristiano que para uno judío en la Alemania del siglo XIX). Mi abuela sí hablaba de la infalibilidad del papa y decía que mi hermano, que fue preso político en 1971, lo era “porque envidiaba las casas de los ricos”. Un razonamiento paradójico porque la nuestra no era para nada una casa pobre, aunque no abundaba el dinero, y m...